En las pinturas de Paul Klee a menudo aparecen fenómenos extraños y misteriosos. Además de representar a dioses y seres de relatos mitológicos, Klee realizó numerosas obras donde aparecían espíritus del viento, el fuego, el agua o la tierra. Estos mediadores entre el mundo real y el otro mundo también aparecen en ocasiones en forma de duendes, brujas o demonios. Klee creaba sus figuras a partir de historias de la antigua mitología, leyendas o del mundo de la fantasía, pero las representaba como criaturas con forma humana traviesas, desobedientes y alegres. Dio forma propia a muchos de los seres que se encontraba mediante fantásticas metamorfosis. Igualmente irónico fue su tratamiento de las manifestaciones espiritistas u ocultistas, que a comienzos del siglo XX, en Múnich habían experimentado un auge. La ciudad no solo se convirtió en el centro de la investigación ocultista de Alemania sino que también era el hogar de Rudolf Steiner, que difundió la teoría de la teosofía mediante numerosas lecturas y de ese modo, ejerció una gran influencia en muchos artistas modernos. No obstante, Klee se mantuvo alejado de la teosofía. Su actitud hacia la religión institucional también se caracterizó por el escepticismo y una cierta distancia. Por otro lado, y también debido a una grave enfermedad, le preocupó profundamente la muerte y el otro mundo.




Escena con bruja
óleo sobre lienzo •