¿Cuándo te casarás?

La vida de Paul Gauguin, quien cambió por completo su existencia europea para buscar primitivismo en Tahití (resultando en resplandecientes lienzos como Nafea Faa Ipoipo de 1892 [¿Cuándo te Casarás?], plantea un problema interesante: La cuestión del valor presente versus el valor futuro.

Todos suponemos que nuestras acciones no son insignificantes, que hay un plan por el cual somos responsables, y que nuestras acciones son valiosas para abordar ese plan. Siendo la persona razonable y congruente que eres, probablemente no te vea haciendo cosas sin sentido que no tienen nada que ver con tus gustos u objetivos! Los humanos tendemos a ya sea, primero actuar y sólo después justificar nuestras acciones intentando ajustarlas a algún objetivo (“¿Por qué fui tan grosero con ella? Ah si, es un poco snob y eso la pondrá en su lugar.”) o, si somos lo suficientemente racionales, sólo para actuar –para bien o para mal – de acuerdo al “plan” (“Bueno. No voy a ser presidente, así que sólo voy a comprar galletas, porque amo las galletas…”). Justificamos nuestro tiempo, esfuerzos, y sacrificios para beneficiarnos después, cuando el objetivo, plan, y objetivo ya fue cumplido. En general, subordinamos el valor presente por el valor futuro, pero siempre se trata de valorar algo.

¿Qué pasa, entonces, cuando actuamos de una manera que le da privilegio al valor presente, en lugar del futuro? ¿Corremos el riesgo de cumplir un objetivo de valor insignificante?  ¿Algún valor futuro hace a las acciones que precedieron insignificantes? O la manera – el camino – ¿cuenta como valor en sí mismo? He estado luchando MUCHO con esta pregunta: ¿Cuál es el propósito de dedicarme a obtener un título en derecho si no estoy seguro de querer ejercer derecho una vez que haya obtenido mi título? El trabajo de Gauguin, su vida, las fortunas del mercado de su arte luego de su muerte plantean una pregunta similar, algo a lo que llamo “El dilema de Gauguin”.

Encuentra el valor de esta pintura hecha por Gauguin teniendo en cuenta estos hechos: En 2015, esta pintura se vendió a uno de los precios más altos de la historia ($300 millones); el pintor estaba muerto cuando fue vendida a ese precio, y había sido incapaz de venderla en consignación por 150 francos durante su vida; fue pintada en Tahití, a donde había viajado para encontrar primitivismo, pero encontró un lugar influenciado por la cultura francesa y europea (su biógrafa Belinda Thompson indica que podría haberse sentido “decepcionado”); Es una hermosa pintura; Gauguin decidió dedicarse a pintar tiempo completo luego de haber estado en bancarrota y luego de haber sido un hombre de negocios muy exitoso. Fue ciertamente reconocido por esta pieza revolucionaria, pero sólo después de su muerte.

Supongo que pueden entender mi propósito con el dilema. Si eres un buen consejero, siéntete libre de compartir, comentar o enviarnos emails.

Artur Deus Dionisio