La prueba de Alicia by Salvador Dalí - 1969 - 43 x 29 cm Colección privada La prueba de Alicia by Salvador Dalí - 1969 - 43 x 29 cm Colección privada

La prueba de Alicia

óleo sobre lienzo • 43 x 29 cm
  • Salvador Dalí - Mayo 11, 1904 - Enero 23, 1989 Salvador Dalí 1969

Alicia es la musa de un hombre con bigote que acaricia las ideas de un matemático. Se dice que aún Victoria, la reina de Inglaterra, sucumbió al encanto de la niña y al conocer a Lewis Carroll le preguntó si había escrito algún otro libro. “Muchos más” fue la respuesta que recibió, ante lo cual la reina replicó que quería leerlos todos. Al día siguiente cruzaba el portal del palacio de Buckingham la saga de tratados de matemática de Charles Dogson. Sí, así es: Lewis Carroll fue Charles Dodgson y Dogson es el nombre de un matemático. Una tarde, junto al río, Alicia - hija de un amigo de Charles, Liddell- pidió al matemático una historia “descabellada” y fue así como nació la historia de un conejo apurado. Pero la tarde transcurrió con prisa y la interminable historia quedó inconclusa durante todo un verano. No obstante haberlo publicado dos años después, Dogson no dudó en terminar de esbozar el relato esa misma noche. Por entonces, la musa no fue la Alicia real que creció para convertirse en una persona sombría y banal como a veces sucede con quienes deciden crecer, sino que fue el surrealismo que vivía en las páginas la que dio vida al personaje. Quien primero dibujó este delirio fue John Tenniel, alejado del surrealismo se mantuvo fiel al estilo de ilustración victoriano. Así, los sinsentidos propios de la historia se desdibujaban en guiños cargados de ironía para quien ciego a la magia no supo ver el País de las Maravillas… Al día de hoy, Alicia continúa siendo la musa de los soñadores, lo que resulta halagador para una niña que soñó con ser retratada por el pintor de lo onírico: Salvador Dalí. Pero Alicia no fue su única musa. Y asumimos que “única” no resulta la palabra más adecuada si nos referimos a quien fuera su musa predilecta: Gala. Gala frecuentaba el mundo del arte y, dueña de un carácter provocativo e inspirador, ya había frecuentado por años a Paul Eluard y a Max Ernst con quienes había mantenido un “ménage à trois" por años cuando conoció al joven prodigio español: Salvador Dalí. Tan importante fue este encuentro para su obra y para el surrealismo que el artista firmaba su obra con su nombre y el de Gala. “Es con tu sangre que yo pinto, Gala. Yo también tengo una musa con quien querría ver el mundo, pero sigue interponiéndose cada vez que me asomo al espejo. ¿Cómo veré “A través del espejo”?

- Artur Deus Dionisio

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