Camille Corot fue muy querido por sus paisajes etéreos y soñadores que a menudo combinaban escenas de la mitología con una interpretación muy personal de la naturaleza observada. El mismo Claude Monet dijo: "Aquí hay un solo maestro: Corot."
En este cuadro, el legendario músico Orfeo, que cautivó a los dioses griegos para que le permitieran recuperar a su amada esposa que había sido mordida fatalmente por una serpiente, la conduce tiernamente fuera del infierno. En la antigüedad se creía que los difuntos seguían existiendo como espíritus; aquí aparecen reunidos en pequeños grupos bajo los delicados árboles. Corot, un gran amante de la música, impregnó esta obra con un sentido de lirismo melancólico que insinúa el trágico final de la historia: Orfeo pierde Eurídice para siempre cuando se vuelve a mirarla antes de llegar al mundo de los vivos.
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