La Aparición

El pasado miércoles en “Reflexiones sobre el Arte” nos quedamos pensando en un punto de vista: ¿el Arte puede definirse a sí mismo, autónomo, sin necesidad de factores ajenos a la pieza, como moralejas, mensajes, funciones? Durante el siglo diecinueve, el deseo de liberar al Arte dio lugar a la expresión “l’art pour l’art”- El arte por el arte. Esta declaración se le atribuyó originalmente a Théophile Gautier, aunque la idea principal fue de los antiguos románticos como Poe y Baudelaire (un traductor y gran admirador de aquel escritor romántico) que difundieron a través de los círculos bohemios europeos el ideal de independencia y suficiencia que sirvió bien al lema del espíritu libre. Por ello, la crisis moral que surgió con la revolución industrial y la vida urbana moderna se toparon con la neutralidad moral y falta de prejuicios para tocar cualquier tema de cualquier estilo. Ahora el arte podría ir tras sus propias justificaciones y provocar una cultura subversiva. Este cambio en el paradigma literario pronto influenció a la pintura y no tomó mucho para que James McNeill Whistler (pintor del miércoles anterior) afirmara que “el Arte debe de ser independiente de todos los disparates; debe de ser autónomo” y hasta defendió al arte de que “deba agradar al sentido artístico de la vista o el oído, sin confundirlo con emociones completamente ajenas a él, como la devoción, lástima, amor, patriotismo, etc.”. Oscar Wilde, primero un amigo y después rival de Whistler, y generalmente reconocido como una divinidad de este decadente y artístico movimiento, también dijo que “el Arte solo se expresa a sí mismo”. Esta perspectiva coloca al arte en un mundo aparte. Wilde lo pone así “No hay tal cosa como un libro moral o inmoral. Hay libros bien escritos y libros mal escritos. Eso es todo”. Si analizamos la palabra “libros” desde un punto de vista más generalizado, con el fin de entender todo el arte, ¿estarías de acuerdo con esa afirmación? Artur Deus Dionisio