‏Buey desollado

Rembrandt es el absoluto maestro en lo que se refiere a pintar lo físico de la existencia, la sustancia del ser, tanto en este tipo de obras como en retratos y figuras. Es en lo corpóreo, en la belleza palpable, hermosa en sí misma, donde encuentra la espiritualidad universal de la existencia. A través de la densidad de las formas, Rembrandt mira y comprende, tiene la capacidad para contemplar y el genio artístico para expresar la divinidad, las verdades universales de la existencia, en carne (o con tela, o mediante metal, dependiendo de cada caso), ya sea humana o animal. Un buey muerto cuelga en una oscura habitación. Sus cuernos y su piel descansan en una losa, mientras una mujer limpia el suelo. El tema, aparentemente inusual (el de un animal sacrificado), era de hecho muy común en los Países Bajos durante los siglos XVI y XVII. La obra quizá pretende recordar al público que la muerte nos aguarda a todos. El trazo libre del pincel y los tonos marrones son típicos de Rembrandt. Aunque su firma aparece en la parte inferior del lienzo, es posible que él dispusiera la composición de las figuras pero que un asistente ejecutara la mayoría del trabajo y lo firmara. ‏Hoy es el cumpleaños de mi queridísimo amigo Konrad. Me gustaría dedicarle esta pintura. ¡Feliz cumpleaños, Ksy!

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