Este pintor ilustremente solitario, que con frecuencia utilizaba máscaras en sus causticas sátiras de la sociedad, la religión y la política belgas, se burla de sí mismo y de su estatus artístico en esta pequeña pintura. Famoso por ser un cascarrabias recluido, Ensor trabajó durante gran parte de su vida en un estudio en el ático de la vivienda que sus padres tenían en la playa de sus padres. Debía de haberse divertido con el éxito que consiguió en una sociedad que lo había repudiado con dureza a fines de 1880, cuando su pintura más conocida, La entrada de Cristo en Bruselas de 1889, fue rechazada por el salón vanguardista de Bruselas. En Autorretrato con máscaras, el artista se pinta en mitad de una multitud carnavalesca. Solo se distinguen las cabezas en perspectiva, sus cuerpos permanecen ocultos por la aglomeración de rostros aterradores y extraños. Cerca del centro del lienzo se encuentra el propio artista, con un aspecto un tanto receloso, pero muy humano en comparación con los diablos, demonios, monstruos y calaveras que lo rodean por todos lados. La pintura plantea interrogantes sobre un artista que nunca consiguió encajar.




Autorretrato con máscaras
óleo sobre lienzo •