Dolmen

Alfred Kubin fue un artista austriaco y, para arriesgarse, un alma bastante torturada. Se conocía que vivía en un pequeño castillo en Zwickledt, y su biografía incluye una crisis nerviosa y un intento de suicidio — este último en la tumba de su madre. Sus dibujos tempranos, mostrados aquí, con frecuencia presentan monstruos, deformidades, desfiguraciones, cuerpos humanos en descomposición—una siniestra fantasmagoría de lo sombrío, lo macabro y lo meramente inquietante, con una paleta que tiende hacia el hollín. Lo que me mantiene mirándolo es un elemento de desapego en su estilo, como si un destripamiento salvaje por una criatura fantástica no fuera gran cosa; no estamos acostumbrados a ver lo brutal sin lo escabroso. Como lo indica Christopher Brockhaus, “estos dibujos revelaron el interés constante de Kubin en lo macabro. Temáticamente estaban relacionados al Simbolismo, como se muestra en el dibujo a tinta Dolmen. Esto refleja la noción simbolista común de la mujer como tentadora y destructora.” No de forma sorpresiva, Kubin admiraba a Schopenhauer.