Carl Spitzweg
Sensual, tentador y dulce: el aroma de las rosas. Sus rosados capullos abiertos se extienden hacia la nariz del clérigo, que como en un sueño, inhala su fragancia. Rosa también es el color del vestido que lleva la muchacha del cenador, que se cree inadvertida en los brazos de su amado. Solo si miramos con más detenimiento, nos damos cuenta de que el amante de las rosas es, en realidad, testigo secreto de la escena. Lo que a primera vista parece un momento romántico de piadoso gozo de la naturaleza se disuelve abruptamente en una representación de los deseos humanos que deben permanecer insatisfechos: se permite oler, pero no tocar.
Presentamos la obra de hoy gracias al Museo Städel. : )
P.D. No obstante, mi pintura favorita con rosas sigue siendo Las rosas de Heliogábalo de Lawrence Alma-Tadema. Échale un vistazo aquí, ¡es tan decadente!