La técnica impresionista de Claude Monet se puede ver plenamente desarrollada en su tratamiento de la superficie del mar. Las sombras, los reflejos y los movimientos están representados en una serie de pinceladas cortas y curvas, con pigmentos puros y sin mezclar. Si se examina la pintura desde lejos con los ojos entreabiertos, los elementos se funden en una unidad óptica y la superficie de la pintura parece vibrar, igual que en un caluroso día de verano junto al mar, cuando el viento rompe la superficie del agua y la convierte en un millón de pequeños espejos tintineantes. Esta es impresión que Monet deseaba transmitir, tal y como la había experimentado aquel día en los acantilados de Pourville en 1882.
¡Es tan atmosférico! ¡Nos vemos mañana!