¡Trasladémonos a los soleados Alpes!
Este cuadro representa una serena escena pastoril bañada por la deslumbrante luz solar del aire despejado de las tierras altas. Es un mediodía apacible y luminoso, característico del paisaje montañoso suizo. Para acentuar esta impresión luminosa, el artista utiliza una paleta de colores puros dominada por el amarillo, el azul y el blanco, llenando el lienzo de delicadas pinceladas. Se ve que neoimpresionistas como Seurat y Signac influyeron enormemente en el pintor que creó la obra de hoy.
Especialmente llamativa es la representación de la pradera, donde cada brizna de hierba parece pintada individualmente. Con el horizonte situado relativamente alto, una gran parte del lienzo está ocupada por este campo, evocando una abrumadora sensación de luz dorada. La escena capta magistralmente el altiplano alpino cercano a Italia, una región que Segantini conocía bien, dando vida a su atmósfera fresca y su aire fresco.
Giovanni Segantini nació en Arco, una ciudad de la región de Trentino, en el norte de Italia. En aquella época, sin embargo, esta zona seguía bajo dominio austriaco y aún no había sido devuelta a Italia, por lo que nunca pudo obtener la ciudadanía italiana. Esta desgracia le persiguió durante toda su vida y, a pesar de numerosos intentos, nunca fue reconocido oficialmente como italiano. En 1881, fue nominado para el prestigioso Premio Príncipe Umberto, concedido anualmente en Milán a la mejor pintura italiana, pero se le denegó el galardón por considerársele extranjero. Más tarde, cuando la Academia Brera de Milán le ofreció un título honorífico, declinó el reconocimiento, posiblemente en relación con esta injusticia pasada.
P.D. Giovanni Segantini amaba las montañas, lo que acabó costándole la vida. Más información sobre el arte de Segantini y su trágica historia.