Casa roja

Casa roja nos muestra la vista frontal de una casa de color rojo y aspecto robusto ubicada en un espacio inhabitado. La casa no contiene ningún detalle excepto por tres chimeneas en el estrecho techo negro. No tiene puertas ni ventanas, insinuando que no se puede entrar ni salir de ella. La casa está centrada, alineada casi perfectamente en el medio de la pintura. Rayas horizontales representan la tierra y el cielo. El paisaje en sí no contiene ningún detalle pero cumple una función importante: sin él, la casa no tendría una sensación de dimensión ni una presencia sólida, convirtiéndose en nada más que una forma plana arbitraria. En cambio, al estar ubicada en este entorno, toda la atención se centra en ella. Su forma roja es desafiante, sus líneas rectas brindan un soporte al exterior estoico y controlado, sin embargo transmite una sensación de preocupación al espectador. La falta de aberturas en su estructura genera una sensación de ansiedad; el secretismo y la desconfianza están implícitos en su prominente fachada roja, firme e inflexible que nos enfrenta de una manera franca y segura provocándonos sorpresa y alarma. 

En la decada de 1930 Malévich se descubrió a sí mismo mirando fijamente la fachada ciega de esta indolente “casa roja”, un leviatán dentro del paisaje político y artístico de Rusia. La libertad creativa de los individuos era reprimida cada vez más. Los movimientos modernistas, el constructivismo y suprematismo en particular, en los cuales había estado involucrado Malévich, fueron considerados inapropiados y el mensaje del nuevo Diktat de Stalin fue claro: obedeced las leyes o enfrentad las consecuencias. La casa roja es monolítica e inflexible, un símbolo poderoso del nuevo gobierno rojo, pero a mí me gusta creer que Malévich estaba subvirtiendo la autoridad con esta pintura. A pesar de la represión armada de la libertad artística bajo el nuevo régimen, Casa roja mantiene su autonomía a través de su significado implícito. La clave es su ambigüedad: quizás su exterior representa el poder de la nueva Rusia, pero detrás encontramos la integridad del artista que parece decir, “me resisto, aunque esté solo. Más allá de esta fachada se encuentra un individuo honrado y autónomo en lugar de un sirviente del totalitarismo.”

- Sarah Mills