August Kopisch
Habitado por rebaños de búfalos negros, un foco de malaria que a menudo afligía a Roma, el paisaje pantanoso de las Paludi Pontine se extendía antiguamente al sureste de Roma a ambos lados de la Via Apia. Después de que los antiguos sistemas de drenaje se deterioraran, no se volvieron a drenar hasta el siglo XX. "Uno mira", escribió Kopisch a su mecenas sobre el cuadro, "a través de las lagunas pontinas hacia el mar Tirreno, en el que el disco del sol está a punto de hundirse. El cielo carmesí del siroco se refleja en las aguas de la crecida, que el río Ninfeo conduce al mar. Al fondo, a la izquierda, el promontorio del monte Circello se levanta de la llanura de juncos, la antigua isla de la Circe, aún más lejos una de las islas de Ponza. A la derecha del río, se ve una canalización de agua en ruinas de la época de los césares; en primer plano, una ruina de castillo medio romano, medio medieval, con una torre redonda. En el fondo, una manada de búfalos salvajes nadando de orilla a orilla".
La vista desde arriba, dirigida hacia la distancia, salva el primer plano. La atención de Kopisch a los fenómenos de luz coloreada en extremo se vio sin duda reforzada por su redescubrimiento (junto con Ernst Fries) de la Gruta azul de Capri (que hemos presentado antes en DailyArt; échale un vistazo en nuestro archivo). En esta obra, visiblemente, la luz (fenómeno primordial y espectáculo) parece revelar, mucho más que la presencia de lo divino, el poder de las fuerzas físicas.
El tema de la pintura fue uno de los motivos favoritos de los pintores románticos alemanes durante décadas, como Caspar David Friedrich (echa un vistazo a sus obras más famosas).
Presentamos la obra de hoy gracias a la Alte Nationalgalerie de Berlín.
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