Maria van Oosterwijck
Maria van Oosterwijck perfeccionó sus habilidades artísticas bajo la tutela del renombrado pintor Jan Davidsz de Heem. Tras un período de aprendizaje, se aventuró a trabajar de manera independiente. Finalmente, se trasladó a Ámsterdam, donde instaló su estudio frente al del pintor de bodegones contemporáneo Willem van Aelst. Inmersa en los vibrantes círculos creativos de los cotizados pintores holandeses del Siglo de Oro, Oosterwijck promocionó hábilmente sus obras a escala internacional y se ganó el mecenazgo de figuras notables como Luis XIV de Francia, el emperados del Sacro Imperio Romano Germánico Leopoldo I y Guillermo III de Inglaterra.
A pesar de su notable éxito, Oosterwijck se enfrentó a la desafortunada circunstancia de que se le denegara la filiación al gremio de pintores, por ser mujer. No obstante, como una de las pocas mujeres reconocidas como artistas profesionales en el siglo XVII, el contexto de la obra de Oosterwijck reviste una gran importancia histórica.
Este lienzo compacto, en el que la artista emplea colores vibrantes sobre un fondo oscuro, representa los bodegones de Oosterwijck. Es crucial reconocer su profunda fe religiosa, que impregna todas sus composiciones. Selecciona meticulosamente colores cargados de significado simbólico: el blanco simboliza la inocencia, el rojo representa el martirio y la frecuente inclusión de mariposas como símbolo de la resurrección de Cristo.
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P.D. Maria van Oosterwijck no fue la única pintora que hizo carrera en la época de Rembrandt, Hals y Vermeer. Conoce a las mujeres del Siglo de Oro holandés.