El mundo del arte japonés experimentó una profunda transformación desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX, cuando la estética tradicional se encontró con una oleada de técnicas y filosofías artísticas europeas. Este periodo de tensión e innovación sirvió de telón de fondo para la carrera del artista Takeuchi Seihō, afincado en Kioto. Formado en la escuela de pintura Shijō, Seihō amplió su vocabulario artístico y se inspiró en diversos estilos, como la escuela Kano, el bunjinga (pintura literaria) y el realismo europeo. Su búsqueda de nuevos modelos de expresión lo condujo al desarrollo de un estilo característico que ayudó a desencadenar una revolución en la escena artística de Kioto.
Uno de los valores más llamativos de la pintura de Takeuchi Seihō es la vitalidad dinámica de sus modelos animales. Tenía una extraordinaria habilidad para captar los momentos fugaces, lo que daba la impresión de que sus criaturas podían saltar, revolotear o corretear fuera de la página en cualquier momento; era un gran observador de la naturaleza. Como Seihō explicó en una ocasión: “No me limito a contemplar una imagen estática de los animales. Los observo a lo largo del tiempo y me fijo en cada sutil cambio de postura, textura o movimiento para entender realmente sus características únicas”.
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