Vincent van Gogh
Durante todo un año, del 9 de mayo de 1889 al 16 de mayo de 1890, Vincent van Gogh comenzó sus días de una manera similar. Cada mañana, al asomarse a la ventana de su habitación, veía una escena justo como la de esta pintura: un campo de trigo rodeado por un muro bajo de piedra, unos cuantos álamos y una vieja granja, todo bañado por la luz de primera hora de la mañana. Esta ventana daba al este, y la visión diaria del sol naciente llenaba a Vincent de entusiasmo e inspiración. Incluso empezó a pintar esta escena, en la que aparece un labrador trabajando la tierra, a finales de agosto de 1889 y la terminó el 2 de septiembre. Este fue un gran paso para el artista, ya que no había pintado durante mes y medio desde mediados de julio. El personal del asilo de Saint-Paul de Mausole en Saint-Rémy, donde se encontraba, le había prohibido la entrada a su estudio hasta que recuperara la salud y un estado de ánimo más tranquilo.
Van Gogh se refiere a esta pintura en su carta a su hermano Theo, fechada alrededor del 2 de septiembre: “Ayer empecé a trabajar de nuevo un poco, algo que veo desde mi ventana: un campo de rastrojos amarillos que están arando, la oposición de la tierra arada de color violáceo con las franjas de rastrojos amarillos, fondo de colinas. El trabajo me distrae mejor que cualquier otra cosa, y si pudiera una vez más lanzarme realmente a ello con toda mi energía, posiblemente ese sería el mejor remedio” (Cartas, n.º 798).
¡Que tengáis un miércoles tranquilo!
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P.P.S. "El único momento en que me siento vivo es cuando estoy pintando". Lee cómo el arte salvó la vida a Van Gogh.