Rafael Santi
Con esta pintura, continuamos nuestro mes especial con la colección del Museo de Historia del Arte de Viena. ¡Que la disfrutes!
En 1504, el joven Rafael llegó de Perugia a Florencia, donde Leonardo da Vinci y Miguel Ángel dominaban la vida artística. El recién llegado realizó una serie de representaciones de la Virgen, especialmente bajo la influencia de las composiciones de da Vinci. La imagen de la Virgen había experimentado un cambio de función, sobre todo en Florencia: ya no era principalmente un elemento religioso de uso práctico, sino una exquisita expresión de logro artístico en sus fundamentos. Rafael le regaló la Virgen del prado a su mecenas florentino Taddeo Taddei; en 1662, fue adquirida en su lugar de origen por el archiduque Fernando Carlos del Tirol.
Siguiendo la tipología sienesa de Madonna Humilitatis, la Virgen María está sentada sobre una elevación del terreno. Mientras sostiene al Niño Jesús con ambas manos, mira al pequeño San Juan Bautista; el encuentro de los dos niños se menciona en la literatura devocional toscana desde finales del siglo XIII. La cruz es a la vez un juguete, un atributo de San Juan Bautista y un símbolo de la Pasión.
Lo mismo ocurre con la llamativa amapola de la derecha. En esta pintura, que se realizó al comienzo de su serie de representaciones de Vírgenes de cuerpo entero, Rafael optó por una estructura estrictamente geométrica: el grupo está integrado en un triángulo equilátero. Sin embargo, en el interior de esta estructura aparentemente rígida, se desarrolla una escena llena de vida. Las miradas y movimientos paralelos y opuestos se funden con el paisaje del fondo para crear una composición que responde a las exigencias del Alto Renacimiento de armonía y equilibrio perfectos.