Inger de negro

Edvard Munch trabajó como artista durante más de sesenta años. Fue creativo, ambicioso y trabajador. Produjo cerca de dos mil pinturas, cientos de motivos gráficos y miles de dibujos. Además, escribió poemas, prosa y diarios. El grito, Madonna, Muerte en la habitación y otras obras simbolistas de la década de 1890 lo han convertido en uno de los artistas más famosos de nuestro tiempo.

Edvard quería convertirse en artista desde el principio y no había duda de que tenía talento. Pero su padre se negó a permitirle seguir su sueño, por lo que Edvard comenzó a estudiar ingeniería. Pero ya después de un año decidió desafiar a su padre y pasó de la Facultad de Ingeniería a la Academia Nacional Noruega de Artesanía e Industria del Arte en Kristiania, ahora Oslo.

Era obvio, para todos en la comunidad artística noruega, que el joven mostraba un talento excepcional. En 1883, a la edad de 20 años, debutó en el Høstutstillingen (La Exposición de Otoño). En 1886, Munch conoció al autor y anarquista Hans Jæger, una figura destacada de la comunidad bohemia de Kristiania. La comunidad bohemia convenció a Munch de que las artes tenían que renovarse para llegar a las personas y tener relevancia en sus vidas. Desde este punto hasta sus pinceladas finales, su práctica artística se puede resumir en una sola palabra: experimentación. A Munch no le importaban las «reglas» establecidas para el llamado buen arte. Sus técnicas tanto en pintura como en gráficos fueron innovadoras.

Las obras de Henrik Ibsen sobre los desafíos existenciales de la humanidad inspiraron a Munch. Temas como la muerte, el amor, la sexualidad, los celos y la ansiedad fueron centrales en sus primeras imágenes. Algunos temas surgieron de la experiencia personal.

Inger era la hermana menor de Munch. Increíble retrato, ¿no?

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P.P.D. ¡Aquí está la vida de Edvard Munch en fotos!