Horace Pippin
Horace Pippin muestra la grandeza en la vida ordinaria de la gente común. En esta obra autobiográfica, una madre sirve panqueques mientras su hijo se sienta pacientemente con las manos cruzadas en oración, esperando para desayunar. La pobreza de la casa es evidente en los paneles de las paredes donde se han desprendido grandes trozos de yeso; la vida de la madre de trabajo incesante es notoria en su espalda encorvada. Sin embargo, la pintura brilla con una calidez familiar entre las dos figuras y la pulcritud de la habitación sugiere un orden doméstico.
Pippin fue autodidacta y se consideraba a sí mismo realista: "No ando inventando un montón de cosas. Lo pinto exactamente como es y exactamente como lo veo". Su método no era académico. "Las imágenes simplemente vienen a mi mente", explicó, "y le digo a mi corazón que siga adelante". Pippin desarrolló una forma simplificada y abstracta basada en una estilización de formas naturales dispuestas en patrones planos. Usó líneas delicadas y colores sutiles para sus conmovedoras narrativas.
Horace Pippin comenzó a pintar después de regresar a casa de la Primera Guerra Mundial. Sufrió una lesión permanente después de recibir un disparo en el hombro derecho y ya no podía ganarse la vida como obrero. Pippin pintó sus pequeñas obras usando su mano izquierda sosteniendo su antebrazo derecho.
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